Tolerar nunca fue fácil y se puso más difícil

Una nota sobre el impacto de los discursos de odio en nuestra democracia escrita por Lucía Malluk.

Hola!

Mi nombre es Lucía Malluk, soy Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires. Tengo gran interés en utilizar mi formación para colaborar en la mejora de diversas áreas tales como educación, gobierno, calidad democrática y desarrollo social. En los últimos años he notado, como muchas otras personas y organizaciones, un incremento en los discursos de odio y su naturalización.

El 50% de las personas encuestadas por el Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada (CINEA) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), reconoció haber experimentado episodios de agresión y/o acoso.

La filósofa y politóloga belga, Chantal Mouffe en su obra En torno a lo político (2007), plantea que dentro de un régimen democrático existen naturalmente diferencias y que es positivo para el régimen que sean “agonistas”. La lucha agonista implica el reconocimiento y legitimación del conflicto (o diferencias), pero siempre sobre la base de un consenso básico: reconocer que el otro existe. Si ésta diferenciación es negada, la lucha puede volverse antagónica, dónde en lugar de aceptar la diferencia, se busca eliminar al otro grupo o partido contrario. Ahí es cuando la democracia se mete en problemas. Chantal entonces expresa: “En el modo antagonista (…) el oponente sólo puede ser percibido como un enemigo que debe ser destruido y esto no conduce a un tratamiento agonista” (p. 13).

Los discursos de odio son indicadores, una especie de punta de iceberg del modo antagonista que podemos separar en dos grandes grupos: los pertenecientes al ámbito físico (F) entendido como pintadas en paredes, discursos verbales, carteles, etc. y los pertenecientes al ámbito digital (D), entendido como los que acontecen en redes sociales, basándonos específicamente en X (Twitter). Dentro del ámbito digital debemos mencionar una forma específica asociada a este tipo de discursos: el ciberbullying, el cual le ocurre a menores de edad y puede darse en concordancia con los ejemplos mencionados.

En todos los casos, les destinataries de estos discursos son atacades por razones de género, su activismo -ya sea partidario o no-, o ser personas racializadas, con capacidades diferentes, del colectivo LGTBQ+, etc.  Mientras que su tratamiento se complica por variables como la falta de relevamientos estadísticos de calidad y actualizados a nivel nacional, el aumento de los discursos de odio en el mundo y en particular en Argentina, empieza a presentarse como una problemática dentro de la democracia. 

La convivencia en una sociedad democrática no implica que todes seamos iguales, por lo contrario, implica que somos seres humanos diferentes y el objetivo de convivir en una democracia desde el nivel más pequeño como ser un distrito, una provincia, país o en el mundo es poder vivir en paz. Pero ¿qué significa vivir en paz? Chantal Mouffe (2007) plantea que “Lo que requiere la democracia es trazar la distinción nosotros/ellos de modo que sea compatible con el reconocimiento del pluralismo, que es constitutivo de la democracia moderna” (p.21).

 

Esto último se contrapone a la forma cosmopolita de entender  la democracia, la cual se basaría en la reconciliación total, es decir, sin que existan diferencias (Mouffe, 2007). Relacionado con lo antes mencionado, es importante destacar que la identidad específica de quienes realizan estos actos tiene en común el anonimato en ambos ámbitos. En el caso de los agravios del físico no hay firma y la identificación por otros medios suele ser dificultosa. Por otro lado, en el digital se da la modalidad de creación de cuentas sin nombres, con nombres falsos y/o que no responden al de una persona real. Esta característica debe llamarnos la atención acerca de que la lucha agonista debe tener como mínimo dos partes, pero si de uno de los lados no existe une emisore identificade no hay posibilidad de construcción de un adversarie legítimo.

Los discursos que expresan el insulto y el agravio a otres atacandoles por su esencia materializa la incompatibilidad con el pluralismo en diversos ámbitos de nuestra sociedad. Dos dificultades que atraviesan la tolerancia de estos discursos en nuestra sociedad se refieren, por un lado, a la falsa libertad de expresión. Es decir, si una persona / grupo de causa social o partidario / colectivo es dañado esa libertad deja de cumplir su función para le receptore, produciendo que su libertad se vea limitada. La otra dificultad se expresa en la falsa apariencia de chiste. Si resulta gracioso para quien lo formula y no para algunes receptores, pasa a ser ofensivo.

Las paredes andan diciendo

¿Qué podemos hacer?

Consideramos que es necesario reflexionar como sociedad acerca de la creciente tendencia a la normalización de este tipo de agravios y cómo podemos colaborar para reducirlos en el día a día. Sugerimos, también, que la idea de repudio conjunto a los discursos de odio (es decir, más allá del rechazo específico que el grupo o persona al ser agraviada ejerce) podría colaborar en este sentido. por su indeseabilidad para el sistema democratico. 

Para saber más sobre este tema puedo recomendarte el Informe LEDA (2022) Percepción de la violencia y de los discursos de odio en las redes sociales. Universidad Nacional de San Martín. Disponible en:  https://www.unsam.edu.ar/leda/docs/Percepcion-de-Discursos-de-Odio-en-RRSS.pd

¡Gracias por leer hasta acá!
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¡Hasta la próxima!
Lu

5/5

Bibliografía

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