¿Les jóvenes no saben votar?

Deshistorización, campañas con memes y discursos anti política. Una nota sobre el voto joven, escrita por un joven.

Si tenemos en cuenta que hoy, millennials y centennials superan el 40% del padrón electoral en nuestro país, la pregunta por el voto joven en esta coyuntura se vuelve más relevante que nunca: todos los espacios políticos necesitan esos votos de cara a las elecciones. 

Hola, mi nombre es Niko (él), soy líder de Aprendizaje en #EsConESI desde el 2022, antes de eso fui parte de la Mesa de Jóvenes Argentina del programa. Además soy estudiante de Abogacía e integrante de la Asamblea TTNB de Santa Fe. Me preocupa como se duplican los discursos que construyen a la juventud como personas desinteresadas en la política y sin la formación o el criterio necesario para ejercer nuestro derecho al voto de manera responsable (en particular con les más jóvenes -18). 

Al mismo tiempo en que se nos excluye del debate político y de la construcción ciudadana, se nos señala como responsables de los escenarios de crisis. ¿Entonces, en qué quedamos? 

Voto joven: Deshistorización, campañas con memes y discursos anti política

En la última década, el avance de los discursos de la nueva derecha parecían ser fenómenos de otros países. El ascenso de Trump en Estados Unidos y el de Bolsonaro en Brasil nos mostraron que algunas ideas que creíamos superadas y algunas discusiones que creíamos saldadas a nivel global, seguían vigentes y activas en amplios sectores de la población. Este año, los resultados de las primarias en Argentina pusieron sobre la mesa que esa afirmación es también válida para nuestro país, luego de que el liberal libertario Javier Milei (La Libertad Avanza) resultara el candidato más votado de esa instancia electoral.

Antes de meternos de lleno en el voto joven, un repaso por los principales puntos del panorama político actual. La avanzada de las fuerzas conservadoras tradicionales y fundamentalistas religiosas y laicas en Latinoamérica se traduce en un giro político hacia la derecha con tinte neofascista. Esto se puede explicar a partir de distintos factores, aunque, quizás el rasgo que se haya expresado con mayor claridad sea el fuerte descontento social para con el sistema estatal y sus instituciones. El aumento de los costos de vida, la desigualdad y las dificultades del Estado para llegar de manera satisfactoria a los grupos sociales más vulnerables provocaron un malestar y un rechazo a la institucionalidad tal que parecen haber allanado el camino para el auge de discursos de deshistorización, anti política y anti estado.

Así, vimos pasar durante las campañas de La Libertad Avanza y Juntos por el cambio, propuestas electorales que incluyen recetas económicas insólitas, revisiones benevolentes de los períodos más oscuros de nuestra historia y hasta la reivindicación de discursos discriminatorios que atentan gravemente contra los DDHH de distintos colectivos sociales. Como si no conociéramos el costo político, humano, social y económico de algunos de los períodos más turbios de la historia nacional hoy parecería que algunos candidatos nos proponen soltar la memoria y ghostear la conquista de derechos que no fue para nada sencilla. Incluso, este gaslighting en clave social, cual patrón de abuso emocional, ejerce una manipulación en pos de alterar la percepción que tenemos como ciudadanía del estado cívico. 

Inhabilitado entonces, el ejercicio del análisis crítico de nuestras propias condiciones de vida, prendemos la tele, escuchamos la radio, salimos a la calle, y a donde sea que vayamos se discute desde la bronca y el desconcierto sobre el estado de la política actual. Nos encontramos en plena búsqueda de alternativas políticas que nos brinden una proyección de confianza, y a la par se nos bombardea constantemente de discursos que defienden los titulares de la soberanía popular, los derechos humanos y el valor de los derechos individuales, cuando el contenido que sustentan se encarga de reducir al mínimo las obligaciones del Estado y exterminar los derechos de las minorías. Mientras tanto, la canasta básica promedio en la Argentina está rondando los doscientos mil pesos y en nuestras casas queremos llegar a fin de mes. Más de la mitad de la población no puede acceder y sostener la habitabilidad de los servicios básicos (no nos vayamos muy lejos, pensemos en el agua potable), y los dirigentes políticos reducen cada vez más los presupuestos que se invierten de las arcas del Estado. Como siempre, en esta ecuación, la juventud es uno de los grupos sociales más vulnerables ya que de entrada somos negades como sujetos de derecho, y situades como objetos de política. A veces, pareciera que simplemente somos una proyección de lo que vendrá en el futuro. 

En el marco de los 40 años de la democracia, hoy más que nunca pareciera que las instituciones no nos están convocando a construir política. El after ya pasó, y ahora solamente queda la resaca de saber que nos siguen dejando afuera y las decisiones que se toman no nos representan.

En este contexto complejo, los espacios políticos salen a buscar nuestros votos. Las estrategias son diversas y las plataformas como Twitter y TikTok son las grandes aliadas. Quedó claro que los equipos de comunicación de algunos espacios entendieron que somos les más jóvenes del padrón quienes representamos un alto porcentaje del total de los votos, pero todo en sus discursos delata cómo se mira a las juventudes en relación con la política (sobre cómo los memes y otros discursos marginales se apropiaron de internet recomiendo leer el libro “¿La democracia en peligro?” de Juan Ruocco). Así, se elaboran mensajes, que se dirigen a nosotres desde la mirada adultocentrista de siempre, pero rara vez se nos invita a pensar cuáles son nuestras necesidades, qué temas nos importan y preocupan, cómo nos afecta la crisis institucional y cuál creemos que es nuestro rol en este escenario.

Quienes venimos acompañando de cerca el proceso de institucionalización y reconocimiento de los derechos humanos, y la expansión masiva de los feminismos, los movimientos juveniles y de disidencia sexo-genérica en las agendas de las democracias de la región, nos estamos organizando para hacerle frente a estas contraofensivas que vienen a sacarnos los derechos ya conquistados.

Hay que decir que en los últimos años, se experimentaron importantes avances en este aspecto. Como hemos señalado anteriormente, identificamos el año 2012 como un hito en los debates públicos acerca de las juventudes y sus derechos, gracias a la ley que extendió el derecho optativo a votar para las personas de 16 y 17 años, ampliando en dos años la edad de quienes tenían posibilidad de ejercer el sufragio.

 

En este marco, a partir de ese año aumentó la cantidad de proyectos legislativos sobre juventud presentados por fuerzas políticas ideológicamente distantes (Autor 2, 2016), lo que muestra el carácter transversal de la instalación de la juventud como causa pública (Vázquez, 2013). Esta causa pública empezó a ocupar más espacio en las agendas gubernamentales, aunque todavía hoy, en 2023, es más lo que se dice en esos espacios sobre les jóvenes que lo que se dice con elles.

Merecemos una política joven más allá de las urnas

Las tensiones entre aquello que la opinión pública nos atribuye a les jóvenes (que no nos interesamos por la política o no nos informamos) y, al mismo tiempo nos exige (que seamos obedientes con nuestras responsabilidades y que no nos metamos en discusiones que supuestamente deberían resolver les adultes), existen desde hace ya más de cuatro décadas. Con la idea de “no te metás”, como sedimento de un peligro que venía asociado con la participación política durante la última dictadura, el mundo adulto ya intentaba excluir a les jóvenes de la participación de actividades que entendieran la transformación social como un proceso de organización colectiva. 

Para nosotres, cuanto más en el núcleo de estas discusiones estemos (como sujetos, no como objetos) mejor podremos representar la realidad que habitamos que, no por ser joven es deshistorizada. Es más: la juventud tiene historia y hace historia, y estamos segures de que las perspectivas deshistorizadas que puedan registrarse entre les votantes más jóvenes están directamente relacionadas con los discursos que, durante décadas, nos expulsaron de los debates públicos. Por eso, ante la pregunta de cómo hacer frente a esta contraofensiva de la derecha, desde las juventudes tenemos claro que, no nos alcanza con ser un objeto de debate en oficinas gubernamentales. Pero sobre todo, estamos segures de que nuestra actividad política debe exceder lo que ocurre cada cuatro años en el cuarto oscuro. No queremos hacer la política del futuro ni prepararnos para él, la historia debe escribirse con nosotres y no para un nosotres que resulta ficticio y asimétrico.

¡Gracias por leer hasta acá!
Si te interesan los temas vinculados a participación juvenil y adultocentrismo, te recomiendo la web de EsConESI (esconesi.com) y que nos sigas en instagram @esconesi.

Si te reenviaron este correo y te gustaría recibir más notas sobre Derechos Humanos, podés suscribirte al blog de Impacto Digital acá.

 

¡Hasta la próxima!
Niko

5/5
Nikolás Goméz

Nikolás Goméz

Compartir:

Facebook
Twitter
Pinterest
LinkedIn

¿Te gusta lo que hacemos?

Cómo no le cobramos a las personas, nos sustentamos con aportes y financiamiento voluntario. Si querés que haya más de lo que hacemos podés colaborar acá.